Tú no eres ésa
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco de ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve rasgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.
-Mario Benedetti-
“Me dolió el corazón” casi te escucho decir. Era tu frase
preferida para aquellos momentos en los que alguna respuesta o acción mía no
eran lo que esperabas. No lo entendía, supongo que habrás leído en mis
expresiones (como solo vos aprendiste a hacer) que me parecía incluso cursi,
exagerado e innecesario.
Me dijiste más de una vez que, de haberte correspondido,
podría comprender que no se trataba de tu histrionismo o de ese papel de “gran
contador de anécdotas”, ni de tu necesidad de ser el centro de atención dondequiera
que estés lo que se escondía atrás de ese tipo de afirmaciones.
Creo que no podrías evitar esbozar una sonrisa si supieras
que, mucho tiempo después de nuestro final, y desatendiendo a las reglas implícitas
que rigen aquéllos intercambios sin fechas para festejar ni libertad para
sentir; como consecuencia de algunas ausencias, ante respuestas inesperadas, silencios
obligados y momentos en lo que tuve que reprimir alguna emoción, he podido
sentir -finalmente y para mi sorpresa- que “me dolió el corazón”.