jueves, 1 de enero de 2009

Y sí...

No puedo dormir sin la luz de mi tele o al menos la de un velador. Me cuesta horrores dormir en una cama, o hasta una habitación que no sea la mía.


Me encariño con los objetos, por lo que me vuelvo mezquina, soy incapaz de tirar o regalar algo mío, sobretodo si es un regalo, no importa lo innecesario que resulte hoy en mi vida


A tono con lo anterior, pero rayando lo obsesivo-compulsivo: si uso un pañuelo descartable no puedo tirarlo en un basurero público, tengo que guardarlo en la cartera para tirarlo en mi casa, o me queda la sensación de estar diseminando mi ADN por ahí, también guardo todos los boletos del cole =P.


¿Será ese apego que tengo por los objetos lo que me hace llorar como marrana con la escena de Náufrago en la que se pierde Wilson? Puede ser, de todos modos todavía no me explico por qué se me hace un nudo en el estómago y se me escapan unas cuantas lágrimas cada vez CADA VEZ que escucho "A ti" de Arjona (y sí Rafa, más allá de tus opiniones sobre el muchacho)


¡Ojo! Si me encariño y mezquino objetos, ¿hace falta que diga como soy con las personas que quiero?

¿Querían síntomas obsesivos o rituales mágicos?: cuando me aburro o me angustio por lo que alguien me dice, me dedico a contar las vocales de las palabras que pronuncia, una técnica que tengo bastante perfeccionada.

¿Querían hábitos odiosos?:
puedo hacer el peor escándalo por algo que apenas me parece importante, y discutir a muerte algo que no tendrá mayor trascendencia luego, pero cuando una situación o persona me enojan realmente -lo que ocurre muy raras veces- simplemente me quedo sin palabras.

Me cuesta confiar, y cuando lo logro, me siento en las manos de la otra persona.

Cuando me enamoro soy leal y sincera, no me sale mentir (te consta).


Cuando me desenamoran puedo fantasear las más crueles e inimaginables maneras de vengarme, aunque nunca las lleve a cabo.


Cuando discuto puedo ser muy hiriente.


Una vez fui amante y no me importó el juicio de nadie (y no me arrepiento).


No me da miedo lo malo, porque es predecible, sé cómo manejar las decepciones; me da pánico lo bueno, me aterra que algo me salga finalmente como quiero, no sé si podría enfrentarlo con naturalidad.


[Censurado por la autora del blog, no quiero volver sobre lo que escribí y recordar que pensé lo que aquí estaba publicado]