viernes, 17 de abril de 2009

Personaje Urbano

Subís al colectivo para volver a tu casa del trabajo, estás cansado, transpirado, con hambre, sueño y el cerebro a punto de renunciar. Te desplomás sobre uno de los últimos asientos del cole, como para no tener que pararte si sube alguna embarazada o esas viejitas onda Mamá Cora que siempre pelean con el chofer por alguna pelotudez.

Tu cuerpo pierde forma en el asiento, te importa una mierda que la posición de tu espalda sea ergonómica o no, estás demasiado cansado para pensar en eso; subís el volumen de tu mp3 y buscás algo que te mantenga despierto, nada de lentos de los '80 en inglés o de lo contrario te dormís definitivamente.

Cerrás los ojos pero vas adivinando las calles, te sabés el camino de memoria. Es entonces, cuando de repente un olor penetrante te saca de tu seudo letargo.

No, no es un chico que usa Aqua Di Gio (cómo me mata este perfume la puta madre)
No, no es olor a comida, pero ojalá hubiera sido una milanesa a la napolitana que milagrosamente apareció en el asiento de al lado.
No, no es el olor de alguien que hace un par de días que usa la misma ropa y quiere tapar el efecto que eso produce con perfume, lo que genera un efecto más que desagradable.

No, nada de eso; 

Es un olor a rosas que salvaría a Sandro del transplante de pulmón, un perfume que destaparía las vías respiratorias del peor asmático, un perfume tan fuerte que despertaría a una persona de un coma grado 2; un perfume que bien podría costar tanto diez mangos como trescientos pesos, pero que es ho-rri-ble al fin.

Abrís los ojos y la ves, parada al lado tuyo, hacés un paneo del colectivo y ves que todos los asientos están ocupados, entonces entendés porque ella está ahí, mirándote de reojo, amenazando con echarte encima su cartera ciento por ciento cuero vacuno de quinientos pesos: ella es una busca-asientos
Solés ver alguna de ellas por primera vez cuando volvés a tu casa del secundario, suben siempre cuando el colectivo atraviesa la zona céntrica.
Se trata mujeres que tienen como oficio exigir que les den el asiento del colectivo, pero sin decir una palabra. 

Tips para reconocerlas.

*Pasaron hace rato las cuatro decadas y están tan emperifolladas que parecen salidas de un sueño bizarro. Por lo general tienen sombra de ojos (de un tono azul o verde para nada sutil) extendiéndose hasta donde parecían estar las cejas en algún momento, donde hay ahora sólo una linea perfectamente trazada (nunca entendí como alguien puede preferir dibujarse las cejas a tener las suyas propias, acaso creen que su cara es un modelo para armar a gusto propio?)

*Los labios, siempre siempre finitos, pintados de un rosa furioso o un rojo que encandila.

*El pelo está por supuesto teñido de algún color extraño que puede ir desde un violáceo hasta un platinado exuberante, pasando por los más variados tonos de "dorado". No importa el color, lo que no cambia es el hecho de notar que se lo peinaron así hace más de una semana seguramente, y desde entonces no deben hacer más que renovarle la capa de fijador, te lo prueba notar que, a pesar de estar casi todas las ventanillas abiertas, a la busca-asientos no se le mueve un pelo (literalmente).

*Usan estas señoras unos quichicientosveintitresmil doscientosochentayocho accesorios, que incluyen los aros más llamativos, los collares más extravagantes, las pulseras más caras y ridículas que se puedan vender, anillos muchos, las uñas que muestran que nunca lavó un plato la méndiga vieja, que por supuesto te imaginás que acaba de salir de su casa, donde no debe hacer un sorete porque obvvvio tendrá empleada, y aún así, la descarada se tira encima tuyo, diciendo con su mirada semi cubierta por cataratas levantante chiquita, casi que escuchás el tono despectivo con que te hablaría. 

*Tienen siempre ropa tipo pasarela de moda: excéntrica, seguramente cara, pero al fin ridícula. 

*Lo que más las caracteriza es que nadie les cede los asientos reservados, porque no parecen necesitarlo, o porque a todo el mundo les caen mal con sólo verlas, no sé, pero esta es la razón por la que recorren el colectivo buscando algún incauto de entre 15-30 años a quien tirárseles encima para hacerles notar que es una persona mayor y, aunque quizá no necesite sentarse, hacerle sentir a dicho incauto que está obligado a levantarse de inmediato, cual si ellas fueran de la realeza más o menos; estas señoras encima son re desagradables siempre y si el mismo incauto se levanta JAMAS dirán siquiera un gracias m'ijo como lo haría otra viejecita más amable y que se crea menos importante.

No sé ustedes, pero... cuando se trata de una señora que acaba de salir del laburo como yo, o que sube con diez mil bolsas del super porque ya no tenía para pagarse un taxi, o que viene con alguno de sus hijos de la escuela... de mil amores me levanto, pero en este caso, como me enseñaron a respetar a los mayores me levantaría sólo por eso: por "respeto", le daría el asiento por más hecha percha que esté, y la méndiga busca-asientos seguramente se sentaría sólo para bajarse a las dos cuadras... Claro! Porque lo más probable es que sólo iba a la peluquería que estaba a doscientos cincuenta metros de su casa, pero no tenía ganas de caminar.

Por eso, hace un tiempo decidí que si siento algún perfume de ese estilo, y estoy en el penúltimo asiento del cole, me voy a hacer la dormida, que la busca-asientos golpee con su cartera a otro desprevenido.

Sí, sí, soy mala, pero quiéranme QUIÉRANME de todos modos.

Amén.