martes, 19 de octubre de 2010

Yeta (no hablo de la abuela de la nana Fine)

Desde que puteé al gordo grasoso que esta mañana a las ocho menos cinco me quiso apoyar en el colectivo, y me quedé corta porque en realidad quería pegarle un carterazo esperando que se le rompa contra la cabeza el perfume que siempre llevo; desde ese momento supe que este no sería un buen día.

Y no lo está siendo.

Es en estos momentos cuando uno pierde toda la diplomacia (sí, aunque les resulte difícil creer, en la vida real y cotidiana soy bastante diplomática) y dan ganas de contestar: "ma, sí! hacete empernar" ante cualquier malentendido.

Cuánto falta para que se hagan las doce y sea una hora razonable para acostarme a dormir?