lunes, 16 de marzo de 2020

Cortito






algunos días ansío tanto verte sonreír
tu sonrisa tenía el poder de vencer cualquier dejo de tristeza
tu sonrisa podía derribar la más fuerte de mis resistencias

Asunción de ti II

[Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco de ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve rasgo familiar (...)]
Mario Benedetti

No puedo pelear contra los designios del universo. Sin embargo lo intento, a veces huyo de lo que me sirve ahí en bandeja; presto a ser usado, abusado, aprovechado, vivido. Acaso no huiste vos también? Finalmente era eso?

No importa, porque ya no te pienso, no te extraño, no te necesito, no te quiero.
Aunque si realmente fuera así no necesitaría repetírmelo para convencerme (esto de auto-sacarme la ficha constantemente es, de vez en cuando, un bajón)

La cuestión es que cuando tenés que renunciar a algo (o alguien) que te hizo sentir muy bien, feliz, colmado de ilusiones de completud; llenando plenamente las demandas del ello (que vendría a ser en el psiquismo esa parte inconsciente, sede de pulsiones que nos guían hacia objetos que las satisfacen, esa porción más arcaica de nuestra psiquis, herencia del instinto, es lo que te lleva a comer, a hacer el amor, a apegarte a aquello que en cierta forma -muchas veces irónica o extraña- te hace bien)

Decía (esperando que haya quedado mínimamente claro) el ello no aceptará por nada del mundo la renuncia a algo que lo satisfacía, entonces cuesta horrores resignar (en el entero sentido de la palabra) un amor, un vicio compulsivo, una relación, etc. Tenés que ofrecerle un sustituto, es así que hay quienes pueden cambiar un vicio por otro, una relación enfermiza por otra más enferma aún; un novio por otro.

Convengamos que este tipo de sustitutos no es lo más recomendable, porque nos lleva a caer en una repetición constante de errores y actitudes que -a consciencia- nos dañan (aunque, como dije, irónicamente cumplan las exigencias del ello)

El proceso más largo pero de mejores resultados a largo plazo es ofrecerle un sustituto que no implique algo concreto en lo real.
A qué quiero llegar?

Cuando se termina una relación, la mejor manera de aceptar la pérdida es viviendo un duelo (que puede ser más o menos extenso en el tiempo); vivirlo con todas sus etapas (negación, tristeza, ira, etc); para que finalmente, cuando esté todo superado, haya ocurrido algo tan simple como increible, genial:

Un rasgo, una característica de esa persona que dejás atrás, pasa a formar parte de tu persona.

Así que te encontrás de repente (si sos mínimamente perceptivo) pensado como él/ella, defendiendo ideas que eran sólo suyas en algún momento, o riéndote de las mismas cosas de las que él/ella se reía; cosas que hasta te parecían reverendas estupideces cuando estabas a su lado. Extraño, bah, no el hecho en sí, sino el mecanismo. Buena manera de engañarnos a nosotros mismos. Pero sirve.
Entonces quizás te pase como a mí, y te encuentres en una charla:

*defendiendo ideas de izquierda,
*filosofando sobre conductas de las masas en las que antes ni reparabas,
*riéndote de situaciones o haciendo chistes sobre temas que antes jamás te hubieran causado gracia;

cuando eso ocurre, por menos de un segundo pienso: ya, me parezco un poco a él, eso significa que ya lo superé; con razón mi inconsciente está tranquilo.

Igual... superadas y todo como estén las cosas, podés salir un sábado, sentarte en un bar a tomar algo, y cantar (a la vez que pensás) ando ganas de encontrarte...